De interés

La siguiente reunión será en casa de Pierre el día domingo 3 de noviembre de 2010.

Saturday, January 30, 2010

Enfermera

Cuando sonó el despertador Dante notó que su esposa no había dormido con él, ya que el lado derecho de las sábanas estaba helado. Pensó que tal vez Nora estaba de guardia en el hospital y había olvidado avisarle. Prendió la luz de su cuarto porque era invierno y amanecía cada vez más tarde. Al entrar al baño para cepillarse los dientes recordó que era casi la hora de darle el biberón a su pequeño hijo, así que fue a la cocina a calentar la leche que Nora dejaba en la refrigeradora cada vez que tenía que trabajar de noche. Sin embargo, cuando abrió la puerta de la refrigeradora no logró encontrar los envases de leche materna. Frunció el ceño preocupado. Prendió la luz de la sala para poder llamar al trabajo de Nora. Elsa, otra enfermera del hospital, contestó el teléfono y le dijo que su esposa no estaba de guardia. Colgó y se quedó parado al lado del teléfono por varios minutos.
La puerta del cuarto del bebé era de color blanco y de la perilla colgaba un pequeño letrero que decía “bienvenido a la familia”. En el momento en que intentó abrir la puerta, el niño empezó a llorar. Fue entonces que sintió que algo malo había sucedido. Las paredes tenían papel tapiz celeste con nubes blancas y al lado de la cuna del mismo color estaba sentada Nora con su uniforme puesto, mirando fijamente a su hijo. No parecía no haber notado su presencia, ni escuchar a las preguntas que le hacía. Cuando la tocó en el hombro, ella no se inmutó. Sólo lo miró cuando Dante tomó al niño en brazos.

- ¿Dónde has estado? – le reclamó.
- Cuidando a mi hijo del peligro – le respondió Nora como si no lo conociera.
- ¿Has estado aquí toda la noche? – inquirió Dante, ya menos enojado.

Nora preparó el desayuno y lo puso en la mesa. Dante trabajaba en una oficina de seguros y salió de su cuarto con el terno puesto y su maletín negro en la mano. Tomó el café despacio mientras veía a su esposa, que no se había servido nada, ordenar las cosas de la cocina. Apenas cerró la puerta de la casa tuvo un mal presentimiento. Nora le había puesto la mejilla cuando Dante intentó despedirse con el beso usual que se daban a diario. A pesar de eso Dante subió a su auto y pensó que ella estaría molesta por algo. Le compraría algún regalo antes de llegar a casa y le pediría disculpas, aún sin saber qué había pasado.

Dante olvidó todo lo sucedido sumergido en su trabajo de oficina. Estuvo tan ocupado que incluso olvidó el regalo que tenía pensado comprar. En casa, Nora ya tenía el piyama puesto. Él fue a saludar a su hijo que estaba durmiendo plácidamente. Cuando regresó a la sala, su esposa le sonrío ofreciéndole un té. Aprovechó para preguntarle qué había sucedido y ella le dijo que estaba muy cansada que tal vez deberían irse a dormir. Él también estaba muy cansado, así que aceptó.

Se despertó sobresaltado por el llanto de su bebé. Quiso pronunciar el nombre de su esposa pero no podía mover los labios. Pensó que tal vez aún estaba medio dormido, así que trató de sentarse. Dante abrió los ojos grandes cuando se dio cuenta que no podía moverse. Le costaba trabajo incluso respirar. Ningún músculo le respondía. Parecía estar atrapado en su propio cuerpo. Atrapado sin salida alguna. Sin embargo aún podía escuchar claramente el llanto de su bebé haciéndose cada vez más pausado. Es una pesadilla, trató de ser lógico. Así que cerró los ojos pensando que quizás cuando los abriera aquel sueño habría terminado. A pesar de eso, le invadía un temor y no se decidía a abrirlos.

Resolvió por fin hacerlo cuando dejó de escuchar el llanto de su pequeño. Vio a Nora parada a su lado alargando la mano para acariciarle la frente. Trató de sonreír pero no pudo, menos aún mover si quiera un dedo. Respiró más fuerte, abriendo y cerrando los ojos para tratar de decirle a su querida Nora que lo ayude. Ella retiró su mano y lo acomodó en la cama. Empezó a tararear la melodía que utilizaba para que su hijo se durmiera.

Dante había estado con Nora por más de 6 años. Ella no había quedado embarazada sino hasta el año pasado. Su bebé tenía apenas 8 meses. Y todo ese tiempo Dante podría decir que habían sido felices. Nora nunca había sido muy cariñosa ni expresiva pero siempre lo había querido. Al menos eso creía Dante hasta que la vio traer a su hijo muerto agarrado de los pies.

La palabra ayuda era demasiado larga, y lo único que se pudo escuchar a pesar de todas sus fuerzas, fue un gemido tenue. Nora acomodó el cuerpo inerte del niño a su lado. Tendió las sábanas y la colcha para taparlos. Acomodó las almohadas, sin dejar de tararear. Una lágrima de impotencia caída dibujando el rostro de Dante. Lo último que escuchó fue la puerta cerrarse con llave, sintió de pronto que no tenía ya fuerzas para sostener los párpados. Y aunque luchó por no quedarse dormido, antes de hacerlo le quedó la última esperanza de que todo esto fuera tan sólo una pesadilla. Y que el despertador sonaría para sacarlo de su imaginativo inconsciente.

SANDRA
(ENERO DE 2010)

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